El impacto del COVID-19 en nuestra Congregación
Hna. Pat Twohill, OP
Priora de «Dominican Sisters Of Peace», EE.UU.
Para mí, y creo que para muchas de las Hermanas de la Congregación, el confinamiento ha sido el aspecto más difícil de nuestra respuesta a la pandemia del coronavirus. Me he dado cuenta de lo importante que son mis amigos para mí, y lo mucho que antes confiaba en ellos para restaurar mi resistencia, lo cual no es posible de la misma manera ahora, ya que conectarse en persona sigue estando prohibida. Conectarse por teléfono, mensajes de texto, zoom está «bien», pero no es tan reparador como poder compartir una comida, reírse en compañía de los demás, dar un abrazo de saludo, incluso ver la sonrisa de alguien… ya que las caras están enmascaradas. Espero que mis «Ojos irlandeses» realmente sigan sonriendo, pero creo que el surco de mi frente es más pronunciado y más visible… ¡olviden el brillo! (“forget the twinkle”)
Lo difícil para mí es también la restricción de los viajes. No puedo ver a las hermanas que sirvo en sus localidades, o ver a mi hermana de sangre enferma, que vive a distancia. Me he dado cuenta de que mi viaje también era un ejercicio para mi cuerpo mientras caminaba a través de grandes paisajes de aeropuertos en mi camino para ver a las Hermanas o para asistir a reuniones, etc. Ahora soy más sedentaria, y estoy más tentada de comer esa galleta extra! Me compré una bicicleta que era difícil de conseguir ya que era muy solicitada, y he encontrado que montarla es un ejercicio relajante y una forma de dejar el estrés.
Las restricciones también han hecho surgir la creatividad entre nosotras mientras continuamos teniendo ceremonias para dar la bienvenida a las Candidatas, envían a las Hermanas al noviciado y las acogen en casa, y para celebrar las profesiones, pero éstos son desafíos, y aunque la celebración virtual es una solución temporal, no es tan satisfactoria como reunirse en persona. Una preocupación que también tengo, es que la vida comunitaria para las candidatas y las mujeres en formación es mucho más de un «sistema cerrado» ahora, lo que significa que la plena transmisión a ellas de nuestro espíritu de acogida se ve restringida. Nosotros ahora invitamos a los huépedes a la mesa de la cena a través del iPad. Ellos comen en su casa; nosotros comemos en la nuestra. Mejor que nada, pero también muy extraño.
También he llegado a ver el valor del ritual en mi vida. Las Hermanas y yo nos perdemos los rituales, especialmente en los velatorios y funerales de las Hermanas. Todavía hay algunos rituales, pero no el complemento completo. Esto ha intensificado la pena.
Además, en la gran casa madre donde vivo con más de 70 personas, tengo suerte si veo de tres a cinco hermanas al día. Echo de menos las estimulantes conversaciones que solían tener lugar en el comedor.
COVID-19 continúa impactando nuestra vida diaria junto con las otras pandemias de Racismo y Caos Climático. Veo algunos beneficios de estas pandemias tan horribles como son – las necesidades de aquellos a los que servimos son más pronunciadas ahora y más visibles e invitan a una respuesta urgente y creativa por nuestra parte. También somos más conscientes de la necesidad de asociarnos con otras personas de ideas afines, para aumentar el impacto de las respuestas que damos. Afortunadamente, las Hermanas siguen muy centradas en la misión. Nuestra comunidad católica también se esfuerza por dar testimonio de la unidad entre nosotros como un antídoto a la extrema polarización que enfrentamos en la sociedad y en algunos círculos de la Iglesia. Esto me da esperanza.