La gracia de un nuevo Pentecostés

Hna. Nathalie Roberge, op.
Misionera Dominicana «Adoratrice»
Quebec (Canadá)

Por decir lo menos, hemos estado viviendo una confusa aventura desde el comienzo de la pandemia de Covid-19. ¡Ya había experimentado la contención porque, durante unos años, me confinaron en mi celda para hacer una tesis doctoral! Pero este nuevo episodio de encierro me iba a llevar por caminos impredecibles, a nivel personal, fraternal y misionero.

Al ser asignada a un servicio de predicación itinerante, mi vida cotidiana se puso patas arriba de un día para otro. ¡Ya no podía viajar físicamente por los caminos! Pero el deseo de ir al encuentro del otro, en un diálogo fructífero, me estimuló a llevar al mar abierto de una manera diferente, especialmente a través de la escritura y las tecnologías digitales. A pesar de los muchos ajustes que hay que hacer, me di cuenta de lo privilegiada que soy al poder dar mi vida por la Iglesia. ¡Y le agradezco al Señor por eso!

La invitación a la creatividad también se sintió a nivel de las relaciones fraternales. De hecho, el aislamiento impuesto ha puesto de relieve la sed de comunión inscrita en nuestros corazones humanos. Me pareció una llamada imperativa para desplegar todos los pequeños medios posibles para cuidar la vida, para aliviar las soledades. Los simples gestos de la vida cotidiana han recuperado, en este contexto, un valor excepcional.

En este esfuerzo de comunión fraternal, mi condición de criatura también se ha impuesto con fuerza, enfrentándome diariamente a mi impotencia, incluso con mis limitaciones y mi pobreza. Se me ofreció así la oportunidad de desenterrar semillas de impaciencia, indiferencia, egoísmo, omnipotencia, enterradas en lo profundo de los pliegues de mi alma. Cuánto extrañé el apoyo de la gracia sacramental durante estos meses de reclusión.

En resumen, la experiencia de la pandemia inició en mí un serio examen de conciencia. Ha tenido un efecto revelador, permitiéndome vislumbrar lo mejor y lo peor que se entrelazan en mi vida! Sin embargo, con el paso de los días, una convicción se hizo fuertemente evidente: así como el Espíritu de cernía sobre el caos del mundo en el momento de la creación, todavía se cernía sobre el caos de mi vida, mi comunidad, la Iglesia y el universo entero. ¿Cómo no pedirle entonces fervientemente que me ayude a detectar la gracia en acción en el momento presente? Porque me parece que la realidad actual nos dispone, más que nunca, a recibir la gracia de un nuevo Pentecostés. ¡Esa, al menos, es mi esperanza!

   Send article as PDF   

Publicaciones Similares