¡Cómo me afectaron la cuarentena y el aislamiento!

Hna. Veronica Madziva, OP
Las Hermanas Dominicas del Sagrado Corazón de Jesús, Zimbawe

Estuve en cuarentena en marzo durante catorce días cuando volví de Washington DC y en agosto durante otros catorce días poco después de mis ocho días de retiro. Me había preparado para la primera cuarentena, sabiendo lo vulnerable que es mi comunidad, pero aún así sentí el pinchazo porque quería compartir mi experiencia en DC con las hermanas mientras mi mente aún podía recordar los acontecimientos. La segunda vez que estuve en la cuarentena fue realmente terrible.  Tuve sentimientos encontrados durante esos días porque no pude compartir mi experiencia del retiro. Estaba afectada psicológica, emocional y socialmente. Aunque me mantuve ocupada con mis estudios, me sentía muy sola porque no podía socializar con los miembros de mi comunidad y tampoco podía verles. Imaginaba a tanta gente viviendo en aislamiento sin nadie que los visitara. Imaginaba a un paciente diagnosticado con COVID-19 abandonado para morir solo en el hospital o en su casa porque la gente tiene miedo de infectarse.  Sí, podía hacer ejercicio en mi habitación para mantenerme en forma pero necesitaba salir y sentir la brisa. Me imaginé a mí mismo muriendo de COVID-19 en los Estados Unidos, donde estoy actualmente, para mis estudios, y siendo enterrada sin nadie que vea mi cuerpo?.

Mi recuerdo más perdurable de esta época.

Mi recuerdo más perdurable es todo este año de mis estudios en los EE.UU. donde permanecer en mi habitación la mayor parte del tiempo se ha convertido en una norma a la que no estoy acostumbrada. No pensé que tendría una experiencia como ésta, donde estaría confinada en un lugar, controlado por COVID-19. Tendré que soportar el dolor de no poder socializar y celebrar la vida, el dolor del aislamiento, aunque haya gente alrededor, y sobre todo, el dolor de no conocer a todas mis hermanas de la comunidad por sus nombres.

Llevar una máscarilla todos los días para protegerme a mí y a mi vecino es memorable para mí. No me hubiera imaginado que un día me cubriría la cara con una máscarilla que me hace sentir incómoda y jadear por más aire.  Otro recuerdo que perdura es el de rezar sin cantar, no reunirse como una comunidad entera para las celebraciones eucarísticas, las grandes fiestas e incluso las comidas. Tengo que vivir sin todo esto y ser creativa cuando rezo sola en mi habitación. Mi fracaso en estar con un pariente/Hermana o amiga enferma es el peor recuerdo; porque no puedo expresar cuánto me importa un pariente o mi Hermana en la casa o en el hospital. Es peor aún cuando escucho que la persona ha muerto. Siento que el COVID-19 se ha convertido en un control remoto. Tantas preguntas y pensamientos ocupan mi mente cada día mientras vivo con la realidad de que esta pandemia se ha llevado mis «llaves» de libertad. Sé que no estoy sola en esto, pero no se pueden evitar estos pensamientos. Todo lo que puedo pedirle a Dios es que fortalezca mi fe en medio de esta confusión.

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