Mi experiencia durante esta pandemia
Por: Hna. Meliza Arquillano, OP
Hermanas Dominicas de Adrian, Filippinas
Esta pandemia que todos estamos enfrentrando ahora mismo es algo realmente nuevo. El primer impacto de esta pandemia para mí es una sensación de desesperanza, porque está siendo controlada y manipulada por los protocolos ordenados por el gobierno debido a la situación.
En términos de relación con mi familia, aprendí ahora a valorarla más, darles mi tiempo siempre que sea posible porque antes de esta pandemia, admito que no estuve realmente dando tanto esfuerzo para visitarles, en primer lugar, pienso al tiempo y energía consumida; porque el tiempo de viaje normalmente toma 5-6 horas, teniendo en cuenta que sólo puedo tener 2 días de visita a casa incluyendo el tiempo de viaje. Y en segundo lugar, como estudiante a tiempo completo, siempre me resulta difícil encontrar la ocasión para la visita a casa y ahora, debido a la pandemia, me resulta imposible visitarlos pero, por suerte, tenemos todos los medios para comunicarnos con nuestra familia aunque de diferentes maneras como las video llamadas y los mensajes. En cuanto a mi relación con los miembros de la comunidad, se hace más difícil y diferente. La relación entre nosotras es desafiante porque ahora tenemos mucho tiempo juntas, más tiempo para descubrir las limitaciones del otro, pero, a pesar de los desafíos en la comunidad, considero esta pandemia como una oportunidad para desarrollar la paciencia, la humildad para aceptar la limitación del otro y un espacio para aprender profundamente de nosotros mismos. Dios permite que todas estas cosas sucedan para que nos demos cuenta de que en tiempos de incertidumbre no podemos depender o aferrarnos a nada más que a Él. La situación ahora mismo me enseñó a ser amable y a soportar las malas acciones pacientemente con la ayuda de la oración. La comunidad está ahora practicando una adoración diaria que antes sólo hacíamos una vez al mes. También tengo más tiempo para aprender cosas nuevas como cocinar y hornear, y por último una gran oportunidad de servir a la comunidad a través de las cosas que me apasionan. Lo mismo con las colegas del ministerio, me tomo el tiempo para hablar y escucharles. Supongo que escuchar y reconocer sus sentimientos es lo mejor que se puede hacer ahora en lugar de forzarlos a desviar su atención o en lugar de decir «Ocúpate y distráete».
La pandemia de COVID-19 no me afectó hasta que el gobierno anunció el cierre total. No siento ningún miedo antes porque en lo profundo de mi ser hay confianza y esperanza en Dios de que nunca permitirá que esta pandemia arruine a su pueblo. Pero, después de 2 meses, es el único momento en que me siento preocupada por muchas cosas, por la pobre gente que perdió su trabajo y ya no puede proveer comida para sus familias, por los estudiantes, incluyéndome a mí que no puedo tener un estudio adecuado y las hermanas de la congregación que están expuestas incluyendo a las que son susceptibles, así como mi familia. Llegué al punto de cuestionar a Dios, mucha gente murió y la mayoría de ellos son pobres, ¿cuándo terminará esta pandemia? Recé y le pedí que detuviera la propagación del virus COVID-19, pero parece que Dios no escucha ninguna de nuestras oraciones. Pero nunca me canso de rezar y esperar que un día Dios toque el mundo con su mano sanadora y la Santísima Virgen María envuelva el mundo con su manto para salvarnos de esta pandemia. Creo que Dios quiere enseñarnos algo. Quiere que valoremos nuestra familia, que valoremos nuestro tiempo, nuestra salud y que incluyamos el mundo en el que vivimos y sobre todo que respetemos la vida humana. Dios aún no ha terminado con su plan, esta pandemia es muy probablemente su forma de reformarnos y recrearnos, podando nuestras imperfecciones para que podamos florecer de nuevo según su plan.