La tregua en Gaza: un rayo de esperanza en medio de la oscuridad

Hna. Virginie Habib – Secretaria General, Hermanas del Rosario

El anuncio de la tregua en Gaza suscitó una serie de respuestas locales e internacionales. La voz oficial de la Iglesia local se presentará en la primera parte, seguida de la respuesta de los habitantes locales de Gaza en la segunda, y de mi propia reflexión personal sobre el asunto en la tercera.

La Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa ha acogido con satisfacción el anuncio de un alto el fuego en Gaza, y ha expresado su esperanza de que la tregua ponga fin de forma permanente al «inconmensurable sufrimiento» causado por 15 meses de guerra.

En su declaración, la Asamblea subraya que «el fin de la guerra no significa el fin del conflicto». Lo que se necesita, escribieron los Ordinarios Católicos, es un «largo proceso» para abordar las «cuestiones profundamente arraigadas» en el corazón del conflicto.

En este sentido, su declaración hacía un llamamiento a la comunidad internacional para que «desarrolle una visión política clara y justa para el periodo de posguerra».

Los Ordinarios concluyeron que «esperan con impaciencia el regreso de los peregrinos a los Lugares Santos ». 

Los habitantes de Gaza estaban entusiasmados al conocer esta noticia; llevaban mucho tiempo esperándola.  Lo celebraron de diversas formas consideradas habituales en la zona: bailando, cantando y repartiendo dulces. Algunos decían: «Espero ansiosamente la tregua para poder volver a mi casa, y voy a restaurarla aunque la descubra en ruinas». Puedo vivir en una tienda de campaña sobre los escombros de mi casa, y eso es suficiente. Lo más esencial es que esta horrible pesadilla de guerra termine.

El Sr. Anton Asfar, Secretario General de Caritas-Jerusalén, en su mensaje sobre el alto el fuego en Gaza dijo «La guerra destruyó hospitales, hogares y escuelas, así como partes de nuestra oficina principal en Gaza, pero no pudo destruir el espíritu de sus residentes. Vimos a hombres, mujeres y niños en Gaza luchando por sobrevivir, y encontramos en sus corazones un coraje y una fe que inspiran al mundo. En cada punto médico que instalamos, fuimos testigos de historias humanas dolorosas pero esperanzadoras». https://caritasjr.org/caritas-gaza-free/

Fray Romanelli, párroco de la Iglesia Latina de Gaza, manifestó que la reacción de la parroquia ante el anuncio del alto el fuego fue una mezcla de alegría y esperanza: «Es un importante paso adelante, que ofrece esperanza, pero no marca el final del conflicto. Rezamos para que sea el comienzo de una paz duradera. Confiamos en los esfuerzos internacionales para poner fin a la guerra y centrarnos en el futuro de Oriente Próximo y Tierra Santa».

Informó de que «el sonido de las explosiones y los drones ha cesado por fin, lo que ha supuesto un alivio para muchos. Algunos salieron del monasterio para comprobar cómo estaban sus casas o lo que quedaba de ellas. Algunos descubrieron que sus casas estaban completamente destruidas, mientras que otros aún no han localizado sus hogares o ni siquiera reconocen los barrios en los que vivían.

Y añadió: «La gente busca desesperadamente ayuda para hacer frente a la grave escasez de productos básicos como agua, combustible y alimentos. Las penurias son palpables, pero también lo son la esperanza y la resistencia, ya que la comunidad se aferra a la posibilidad de volver a algún tipo de normalidad».

Los fieles enviaron un conmovedor mensaje al Papa Francisco: «Con qué alegría nos unimos para agradecer a Su Santidad el Papa Francisco su continuo apoyo y sus esfuerzos en nuestro favor. Desde el fondo de nuestros corazones, le damos las gracias y pedimos al Señor que le bendiga a él y a su labor espiritual y humanitaria en Gaza y en todo el mundo». https://www.lpj.org/en/news/ceasefire-joy-amidst-the-hardships-interview

Los países de Oriente Medio (Palestina,Líbano, Siria, Irak…) atraviesan situaciones políticas, sociales, económicas y humanas duras y brutales que afectan con frecuencia al ser humano más preciado, al que Dios amó y creó a su imagen y semejanza. Durante muchos años, los pueblos de esta región han sufrido en todos los aspectos de su existencia: historia, patrimonio, civilización, cultura, tierra, vida y dignidad.

Hoy, como cristianos de Oriente Medio, nos encontramos en una encrucijada. O elegimos afrontar estas circunstancias desde nuestra fe, manteniendo viva la llama de la esperanza, o nos rendimos a la frustración y la desesperación.

Como Hermanas del Rosario, compartimos la alegría y el sufrimiento de estas personas. Como ya sabrán, nuestra escuela de Gaza, que contaba con 2.000 alumnos, fue destruida. En estos momentos, no sabemos con certeza qué ha ocurrido con el personal docente y los alumnos: algunos fueron asesinados, otros que podían marcharse ya lo habían hecho, y los que se quedaron se vieron obligados a abandonar sus hogares. Como resultado, estaremos esperando para reanudar el proceso educativo de muchos estudiantes que perdieron dos años académicos.

La misión más importante en estos momentos, en los que puedes encontrarte con cientos de razones en tu vida cotidiana para sentirte desesperanzado, frustrado y temeroso ante un futuro incierto, es no dejar nunca de sembrar las semillas del amor, la paz y la esperanza.

La esperanza de la que hablamos no es optimismo ni positivismo, sino el fruto de una creencia firme que se alimenta de la Palabra de Dios en la Biblia, se manifiesta en nuestra actitud ante los acontecimientos de la vida cotidiana, las obras de caridad, la tolerancia hacia los demás que practican religiones, razas o culturas diferentes, y se asienta en la realidad para transformarla según el plan de Dios para la humanidad. Esta esperanza es la motivación que nos mantiene dedicados y comprometidos con nuestra misión, para ser creativos en nuestras respuestas a las dificultades y desafíos, y para descubrir continuamente un camino a seguir cuando parece difícil hacerlo. Es la luz que ilumina nuestros momentos oscuros y nos mantiene en movimiento hacia nuestro objetivo final, de modo que nos convirtamos en la luz para que aquellos a quienes confiamos nuestra misión sigan el camino que conduce a su salvación

seguiremos construyendo comunidades y relaciones que sitúen al ser humano en el centro de todos los contextos de lo que hacemos: en las parroquias, en las escuelas, en los hospitales y en las innumerables iniciativas de paz y solidaridad que, si no cambian el mundo, contribuyen sin embargo a crear contextos de paz y respeto y son testimonio de nuestro modo de ser cristianos dentro de estas difíciles realidades. Por minúsculas y fatigadas que sean, nuestras comunidades no renunciarán a forjar el destino de tantos últimos y pobres de su territorio con la plena conciencia de que Dios es el verdadero Maestro de la historia.

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