Fiesta de Cristo Rey Universal: Reflexión de Hna. Mary-Comfort Onyinyechukwu Okoro, OP

«… Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo; si mi realeza fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi realeza no es de este mundo.» Pilato le dijo: «¿Así que eres rey?».

La Iglesia de Cristo en la tierra celebra hoy la solemne fiesta de Cristo Rey Universal. Como Rey, posee y gobierna un reino que está primero en nuestros corazones y después en la tierra como Creador de todo lo que existe. Con la lectura tomada del Evangelio de Juan 18, 33-37, Cristo no se refirió a sí mismo como Rey, sino que lo hizo Pilato al preguntarle si era o no el rey de los judíos. Sí, es un Rey porque el Salmista ya lo previó en el Salmo 10: 16a y en el Salmo 110 donde se dice que Cristo, nuestro Salvador y Señor, está sentado a la diestra de Dios. También lo corroboró San Pablo en sus cartas a los Corintios. (1 Cor 15, 25) y Colosenses 1, 15-18. Por tanto, Cristo es rey por naturaleza y por mérito, porque es divino y creó el cielo y la tierra. Tiene dominio sobre todo lo que, a su vez, está sometido a su autoridad.

Históricamente hablando, el Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925 en su encíclica…Quas Primas instituyó esta gran fiesta como un recordatorio a la entonces totalitaria, dictatorial, secularista y atea Europa de que su Reinado es limitado en el tiempo, efímero y transitorio mientras que el de Cristo es eterno (Ap.1:5,8), marcado por un estilo de liderazgo de siervo (Marcos 10:45) y abnegado. Él es el Buen Pastor que ha venido a darnos vida abundante (Juan 10:10); y que cualquier intento de «expulsar a Jesucristo y su santa ley» de la vida pública daría lugar a una discordia continua entre los pueblos y las naciones». Además, mientras que la mayoría de los reyes terrenales exhiben egoísmo, orgullo y arrogancia hacia Dios y los hombres, codicia y despreocupación por el bienestar de sus súbditos, Cristo es un Rey retaguardia que escucha, comprende y atiende las necesidades de su rebaño. Sólo tiene un deseo, una visión y una misión: hacer la voluntad de su Padre celestial (Juan 4: 34). A pesar de ser Dios en todo, se despojó de sí mismo y se hizo humano como tú y como yo (Flp 2, 5-11). ¡Qué contraste!

Para llevar esta reflexión a nosotros mismos, como cristianos, católicos y sobre todo dominicos, estamos llamados a imitar a Cristo usando el ejemplo de nuestro Beato Padre Domingo que es nuestro modelo a seguir. Después del bautismo, estamos marcados con los oficios de profeta, sacerdote y rey. Así que, en otras palabras, como dominicos, también somos reyes llamados a liderar como Cristo siguiendo los pasos y la tutela de nuestro Beato Padre Santo Domingo de Guzmán. Lo conocemos como un hombre de virtudes sobresalientes que se esforzó por pastorear a sus hermanos y hermanas según los dictados bíblicos de los dos grandes mandamientos del amor a Dios y al prójimo. A imitación de Cristo, Santo Domingo exhibió los rasgos del liderazgo de servicio tan bien que, en medio de sus hermanos, apenas se le puede identificar como el superior o el Maestro. Como Cristo, Santo Domingo era rico en humildad, amable, compasivo, sacrificado y lleno de misericordia. Deseaba el bien de los demás por encima del suyo, hasta el punto de que se nos dice que vendió sus «libros cuidadosamente anotados e incluso se ofreció voluntario para venderse como esclavo» con el fin de ayudar a los pobres. Lloraba ante el sufrimiento de los demás y trabajaba con ahínco por la salvación de sus almas. Su fuerza emanaba de los cuatro pilares de la oración, la comunidad, el estudio y la predicación (ministerio). Santo Domingo era un hombre de oración que amaba la comunicación con Dios, hasta el punto de que se escribió sobre él que siempre estaba o bien hablando con Dios sobre la gente, o bien hablando con la gente sobre Dios. La oración y el estudio de las Escrituras, ya fueran litúrgicas o privadas, eran su pan de cada día, especialmente el rezo del Santo Rosario.

Como reyes, Dios nos ha dado diferentes reinos que vigilar según nuestros cargos en nuestras diferentes congregaciones, comunidades y apostolados, en los que se espera que pongamos en uso nuestros talentos y rindamos cuentas a nuestras congregaciones. Hagámonos algunas preguntas para reflexionar, como líderes en y de diferentes capacidades:

  1. ¿Cuál es nuestra visión y misión de liderazgo individual y congregacional?
  2. ¿Hasta qué punto somos accesibles, colaboradoras, amables, compasivas y sencillas con las que dirigimos?
  3. ¿Hasta qué punto somos responsables y valientes ante las dificultades?
  4. ¿Cómo podemos juzgarnos a nosotras mismos utilizando el paradigma de Santo Domingo de «…Abraza la verdadera caridad, conserva la humildad, atesora tu pobreza» en nuestro estilo de liderazgo?

Guardad unos minutos de silencio y después rezad conmigo: Querido Dios, ayúdanos a conocerte, a comprenderte y a confiarnos completamente a tu gobierno para reinar también contigo eternamente en la parusía. 
Amén.

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