Centro de desayuno fronterizo para migrantes reúne a hermanas dominicas y laicos salesianos

Durante la hora de la comida en el Desayunador Padre Chava, un inmigrante sostiene un cartel numerado, señalando una mesa abierta para que otros se unan. (María Alejandra Leguizamón)

8 de Marzo de 2024

Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. (Deut 26, 8)

El texto del libro del Deuteronomio nos describe cómo Dios ve al pueblo que sufre y cómo lo saca del terror y de la angustia que provoca la violencia. La comprensión de la justicia de Dios es el cuidado de la vida de quien sufre; la protección de quienes se encuentran desamparados. 

Para cuidar la vida es necesario aprender del trabajo en equipo y coordinar tareas. La vida religiosa en la Iglesia vive y celebra los dones que la Ruaj Santa regala para leer e interpretar los signos del Reino de Dios; por eso, los carismas son expresiones del amor de misericordia y compasión a la creación que gime dolores de parto.

Conversaciones entre hermanas dominicas

La propuesta de realizar una experiencia de intercongregacionalidad tenía dos objetivos: el primero nos llevó a un diálogo entre hermanas dominicas. Nosotras estamos confederadas a nivel latinoamericano y compartimos espacios de formación, capacitación y reflexión conjunta sobre temas y contextos donde desarrollamos nuestras tareas pastorales. Por esa razón, pudimos encontrarnos y conversar sobre la realización de esta experiencia. El segundo objetivo fue compartir con hermanas y hermanos que acompañan a migrantes en la frontera a modo de voluntariado. 

Las Hermanas Dominicas de la Doctrina Cristiana, congregación nativa de México fundada hace 75 años, celebraron su año jubilar el año pasado. Las Hnas. Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús (congregación a la que pertenezco) fuimos fundadas hace 136 años y somos nativas de Argentina. Desde la fe le llamamos providencia, porque Dios ha visto y ha preparado el camino. Comenzamos a comunicarnos para coordinar el viaje y saber cuáles son los desafíos que la Iglesia y la sociedad están viviendo en la frontera.

La llegada a Tijuana, como primer destino, fue un tiempo para el reconocimiento del lugar. Compartí mi vida con cuatro hermanas que integraban la comunidad. Acordamos horarios de la vida regular y algunas actividades en común. 

María Alejandra Leguizamón junto a las coordinadoras del Desayunador Padre Chava en Tijuana, México. (Cortesía de María Alejandra Leguizamón)

Encuentros con una familia ensamblada

El Desayunador del Padre Chava es una obra que pertenece a la Congregación Salesiana y en donde se brinda el desayuno a más de 1000 personas, de lunes a sábado; además, tres días a la semana se les ofrece la posibilidad de darse una ducha con agua caliente y también un cambio de ropa, tanto a varones como a mujeres. 

Este espacio también es un refugio en donde se albergan cerca de 70 hombres que esperan la ‘cita’ del consulado estadounidense para pasar la frontera y cumplir el ‘sueño americano’, mientras que para otros es solo un lugar de paso después de haber sido deportados. Muchos de ellos consiguieron trabajo, con lo que consiguen dinero para solventar gastos de la espera. 

En este desayunador y albergue me tocó atender a las mujeres, niñas y niños que querían darse una ducha y tomar un cambio de ropa. Allí tuve de compañero a Eleazar y a Aarón, quienes estaban a cargo de la ropería y de la lavandería, respectivamente, y también recibían la ropa que llegaba como donación.

Quienes coordinaban la tarea cotidiana son un grupo de laicas de espiritualidad salesiana. Claudia, la coordinadora general, también supervisaba otras obras en Tijuana; por lo tanto, pasaba diariamente a visitar a los huéspedes y a verificar el funcionamiento general de la casa. Angélica y María Alejandra son las coordinadoras permanentes del desayunador. 

Pude experimentar la organización, el respeto y el cariño en cada una de las tareas realizadas en el lugar. Juan de Dios era el recepcionista, y observé cómo atendía con mucha dedicación a cada una de las personas que llegaban a recibir el desayuno, indicándoles cómo lavarse las manos antes de tomar los alimentos y estableciendo límites a las personas que tenían problemas de conducta. El equipo lo completaban los residentes del albergue, quiene formaban equipos de trabajo que se encargaban de preparar los alimentos, servir mesas, limpiar y recoger  utensilios. 

Crear un espacio amigable y cordial en un contexto de violencia, exclusión y muerte se convierte en un ‘trozo de cielo’ en donde se recuperan fuerzas para continuar el camino previsto.  El Desayunador del Padre Chava en Tijuana es un lugar de acogida y protección de sueños, donde cada persona que llega vive, comparte y proyecta un mundo más justo, cordial y hermanado.

Junto a las hermanas dominicas con las que compartí mi experiencia en Tijuana y  las laicas salesianas que me mostraron el rostro de Jesús en cada una de las personas migrantes, hemos ensamblado una familia que alimenta la esperanza de ser parte de un mundo en donde haya un lugar para todos y todas.

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