Segundo domingo de Cuaresma: Cambio hacia la gloria

Y entre tanto que oraba [Jesús] la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. Lc 9:29

A lo largo de la Cuaresma se dice y se hace mucho para invitarnos a cambiar de algo a otra cosa.  Rezamos por un cambio de corazón, mente y espíritu con toda la intención de experimentar una Transformación deslumbrante.  Del pasaje de Lucas imaginamos cómo Pedro, Juan y Santiago, despertados por la «gloria» de Jesús de pie con Elías y Moisés, estaban eufóricos con la visión que tenían ante ellos.  Esta escena de la «gloria» debe haber estado más allá del más allá para ellos entonces y todavía para nosotros hoy. 

¿Qué significa hoy para nosotros este cambio transformador?  ¿Dónde están las luces parpadeantes de la esperanza en nuestra casa común?  ¿Cómo llegaremos hasta allí?

La Transfiguración de Jesús se interpreta a menudo como un ensayo de su gloria futura, su resurrección.  Un anticipo del momento en que Jesús revele su divinidad, un ensayo que se representará durante el tiempo de Cuaresma.  Bajando de la montaña sagrada tras el encuentro íntimo con el Dios, Jesús y sus compañeros más cercanos se dirigen hacia la gloria, cada uno en su respectivo plan divino.  Este acontecimiento épico de Jesús es una llamada de atención para que reflexionemos sobre el misterio pascual, un acontecimiento intemporal que trasciende el paso del tiempo y del espacio, no sólo un acontecimiento que ocurrió hace 2.000 años. 

Como comunidad mundial, cada uno en su propia tierra puede verse afectado por problemas climáticos, agitación política, desigualdad social y económica, y otros.  Oímos a Jesús decir a sus discípulos que se avecinan días difíciles, pero en aquel momento ellos no lo entendían del todo o ni siquiera parecían estar escuchándole.  Es probable que Jesús sintiera cierta frustración al percibir su limitada comprensión de él y de los caminos que les aguardaban. 

Quizá a nosotros nos resulte difícil comprender los muchos «¿cómo puede ser esto?» de nuestras comunidades, familias y países.  De nuestra desesperación, decepción o indignación puede surgir un cambio en nosotros que nos llame a la acción.  Antes de reaccionar o responder a la situación, Jesús nos invita a escuchar con un corazón abierto, amoroso y valiente.  Dios dijo a los Apóstoles: «Escuchad a Jesús, porque es mi Hijo amado». 

Esta semana tengamos estas palabras en mente y en el corazón cuando leamos, oigamos o veamos las noticias en nuestros diversos dispositivos.  Nosotros, los discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y toman en serio sus palabras. Todos nos beneficiamos espiritualmente de subir a las cimas de las montañas para buscar la guía de Dios en la oración.  Pero, como Jesús, no podemos permanecer allí todo el tiempo.  Los encuentros con Dios evocan un deseo interior de volver a la gente de a pie y compartir los frutos de nuestra contemplación.  Y seguir las luces parpadeantes de la esperanza de que el cambio es posible juntos unidos para la gloria con Jesús.

Marilín M. Llanes, OP, es una Hermana Dominica de Adrian con sede en Biscayne Park, Florida. Se desempeña como Directora de la defensa de los derechos de los accionistas de la Congregación y la inversión de impacto comunitario, con un fuerte compromiso para crear oportunidades para las personas marginadas para construir comunidades financieramente resistentes, diversas y ecológicamente sostenibles.

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