María: modelo perfecto de silencio, escucha, meditación, proclamación de la Palabra y servicio
La Fiesta de la Inmaculada Concepción, celebrada cada 8 de diciembre, es una solemnidad de gran importancia, pues afirma que María, desde el primer instante de su concepción, fue preservada del pecado original por un privilegio singular de gracia divina. Este misterio destaca la pureza y la santidad de la Virgen María, presentándola como modelo de entrega total a Dios y de vida sin mancha, completamente consagrada a Su voluntad.
La Inmaculada Concepción no solo exalta la figura de María como la «llena de gracia» (Lc 1, 28), sino que también nos invita a reflexionar sobre el llamado universal a la santidad. Nos recuerda que, por el bautismo, somos todos llamados a vivir una vida en comunión con Dios, resistiendo al pecado y creciendo en gracia y comunión.
En el contexto de nuestra vocación de Predicadoras como Hermanas Dominicas, esta fiesta tiene un significado profundo. María, como la primera discípula de Cristo, es el modelo perfecto de silencio, escucha, meditación, proclamación de la Palabra y servicio. Para nosotras, su vida inmaculada es una inspiración para vivir en fidelidad al Evangelio y para transmitir la Verdad de Cristo al mundo, siguiendo el carisma dominicano de contemplar y dar a los demás el fruto del contemplado.
El dogma de la Inmaculada Concepción también resuena en el ideal de nosotras Hermanas Predicadoras Dominicas, como portadoras de luz en medio del mundo marcado por tinieblas, dolores y sufrimientos. María, concebida sin pecado, es un testimonio de esperanza y de la victoria de la gracia sobre el mal, un mensaje que estamos llamadas a anunciar con nuestra vida y misión. Como parte de la Orden de Predicadores, nosotras hermanas reconocemos a María no solo como madre y protectora, sino también como modelo de predicación silenciosa, de humildad y de amor ardiente hacia Dios y hacia la humanidad.
Por tanto, la celebración de esta fiesta invítanos a renovar nuestra consagración a Dios, recordando que, al igual que María, estamos llamadas a ser testigos vivientes del amor y la pureza de Cristo. La devoción a la Inmaculada Concepción refuerza nuestro compromiso con la misión de predicar, inspiradas por el ejemplo de María como la primera evangelizadora.
En comunidad, esta solemnidad se vive como un momento de profunda oración, gratitud y dedicación a la misión apostólica. María Inmaculada, la «Estrella de la Nueva Evangelización», guíanos en nuestro camino de servicio a la Iglesia y a la humanidad, animándonos a ser instrumentos de paz, justicia, integración con la creación y verdad en el mundo. Así, la Fiesta de la Inmaculada Concepción no solo es una celebración de la gracia divina, sino también una renovación del llamado a vivir y predicar el Evangelio con fervor, humildad, esperanza, alegría, siguiendo el ejemplo de María, la predicadora por excelencia.