Cuarto domingo de Adviento: Reflexión de la Hna. Gabriela Zengarini, OP
En este IV domingo de adviento, previo a la gran celebración de la Navidad, Lucas nos trae a través de dos mujeres, María e Isabel, un texto evangélico acerca de la alegría, una alegría plena y profunda. Vamos a intentar comprender cómo y por qué.
En el mundo grecorromano, no era usual destacar el papel de las mujeres en la vida social. Al dedicar tanta atención a María e Isabel, el evangelista anuncia proféticamente la especial predilección de Jesús por lo pobres, los marginados y los oprimidos, incluidas las mujeres (cf. 7,36-50; 8,1-3; 10,38-42; 11,27-28.31; 15,8-10; 18,1-8).
El encuentro de los dos niños en el seno de sus madres se realiza en un clima de intenso gozo mesiánico. Juan da saltos de júbilo aun antes de nacer; Isabel, iluminada de modo misterioso sobre la maternidad mesiánica de María, la declara feliz por haber creído en la Palabra de Dios, y, llena del Espíritu Santo, desborda de alegría por la visita de la que es bendita entre todas las mujeres. Jesús no es sujeto de ningún verbo, pero Isabel lo llama mi Señor y es él quien ocupa en realidad el centro de la escena.
Lucas presenta a María, la madre de Jesús, como una mujer creyente, libre. En la anunciación el ángel le dice a María “para Dios no hay nada imposible, tu prima Isabel está embarazada”. Dios le da una señal, esta es la señal que le da: “tu prima Isabel a pesar de su edad está embarazada”. ¡María, como todos los profetas, se pone a seguir esa señal de Dios! María “partió” … “fue sin demora”. María es una caminante, está en movimiento incesante. Va al pueblo de Isabel, luego vuelve a Belén, y a Nazaret, luego va a Jerusalén. Ella es una caminante desde la palabra que recibe en la Anunciación. María caminando sola. María “partió sin demora” …. Es insólito, las mujeres de ese tiempo tenían que ir con otras. El evangelista presenta a María como mujer libre, valiente. En las orillas de los caminos estaban los impuros y pecadores que habían sido expulsados de las ciudades. Por lo tanto, si María iba por los caminos sola, el evangelista la presenta como una mujer audaz, que no le tiene miedo a nada.
Veamos qué retrato hace Lucas de Isabel, esta mujer mayor. María va a compartir su secreto con Isabel, pero antes que María hable Isabel ya descubre este secreto ¿Por qué? Lucas nos presenta la tradición de las matriarcas estériles (Sara, Ana mamá de Samuel, etc.). Solo podían concebir si recibían la gracia de Dios, haciéndose dóciles al Espíritu de Dios. Dios que había permitido vivir esta gran humillación de ser estériles, por la gracia de Dios podrán tener hijos. Isabel se mantuvo fiel a Dios. “Así Dios ha actuado conmigo” … Isabel se da cuenta que la gracia de Dios está actuando en María. Isabel le da confianza a María. En cambio, Zacarías duda. Isabel es una mujer llena del Espíritu Santo, es una mujer profetiza. Bendice a María, a su hijo y a la fe de María. Es importante ver la amistad y la relación entre estas mujeres. ¿A quiénes nos recuerda? Sí, a la amistad entre Ruth y Noemí (una más joven con otra mayor). Isabel es consciente de lo que vive, percibe la historia sagrada que existe en María. Más bien las presenta en una relación a partir de Dios. Es una amistad basada en el Espíritu, donde Isabel se da cuenta de lo que acontece en María y puede profetizar lo que está aconteciendo en ella.
Es imagen de la comunidad que quiere crear Jesús. “A ustedes no les llamo siervo, a ustedes les llamo amigos”. Jesús quiere que la Iglesia sea una comunidad de amigos. Donde la mayor prepara la aparición de la más joven.
El texto nos invita:
- A percibir la historia sagrada en la vida del otro
- Al reconocimiento del otro, de su experiencia
- A ver más allá de las apariencias
- A ir al fondo de la propia realidad