Experiencia de una voluntaria en Caritas durante el tiempo de COVID – 19 en Madrid- España

Por: Mónica Marco
Miembro del Equipo de IDYM
Con la llegada del Coronavirus y a los pocos días del decreto del estado de alarma el deterioro de la situación en el barrio comenzó a ser evidente. Es un barrio “de toda la vida”, que se traduce en gente mayor, inmigrantes (latinos la mayoría) y muchas familias que salen adelante con sueldos de trabajos precarios. Ahora muchos de ellos sin ingresos o reducidos a mínimos. En Cáritas de nuestra parroquia, Santa María la Blanca de Canillejas (Madrid), el número de familias pidiendo ayuda alimenticia se disparó como sucede en otras muchas.
Afortunadamente los ángeles también se multiplican. Rápidamente se formó un grupo de voluntarios “extra” para ayudar en lo que se fuera necesitando, y se consiguió, entre otras cosas, que la ONG World Food Kitchen donara menús para familias de nuestro barrio. Son menús de comida casera, preparada para calentar y comer. Esto implica la logística de ir cada día a recoger la comida, y que las familias pasen por Cáritas para recogerlos.
Águeda y yo nos ofrecimos a ir diariamente a buscar la comida, así que cada día, sobre las 12 nos ponemos en marcha. El “centro de distribución” es en la Parroquia de San Juan de Dios en Santa Eugenia (Madrid), podríamos decir que “casi en la otra punta”, aunque sin tráfico son apenas 20 minutos.
Ahí vemos cada día a Gonzalo, un gran ángel de la guarda y hermano de San Juan de Dios. Siempre sonriente, siempre corriendo, y normalmente al teléfono gestionando algún donativo o avisando que algo llegó y se vaya a buscar. ¡Lo que ahí se mueve! Y la energía y entrega de este hombre. Podríamos decir que coordina un centro logístico de donativos, con bastantes voluntarios que reciben mercancía, dividen y entregan. Entre ellos está David, quien al son de “echamos una mano a las hermanas” corre a buscar el palet (si, si, un palet) con los menús. Una caja, dos cajas… y así hasta 200 menús, o alguno más los días que es posible, pues de otras parroquias también van a buscar para los suyos.
Todos los paquetes colocados en el coche (y ya dominada la técnica), de vuelta al barrio. Eso sí, con cuidado de que aquello no se muevan mucho. Admitimos que es difícil superar la curiosidad de abrir algún paquete para ver cuál es el menú. Tienen muy buena pinta: carne, pollo o pescado, bien servido con verdura, pasta o arroz y hasta postre. Y… ¡nos costó unas tres semanas darnos cuenta de que no todos los paquetes que nos daban cada día tienen el mismo menú!
Según llegamos a Cáritas, tenemos a nuestro pequeño ejército de descarga encabezado por Juan, esperándonos en la puerta, junto con 5 o 6 chicos más preparados ya con cajas para descargar rápidamente los menús, contarlos, y empezar a repartir. Generalmente cuando llegamos hay ya familias esperando para recoger la comida. Impacta ver la situación día tras día y sobre todo con una perspectiva nada alentadora en el corto plazo, y eso que estamos ahí “solo un momento”.
La voz cantante la llevan Marisa organizando todo “tras bambalinas” y Nulbia “listado en mano” entregando menús. Horas y horas pasan cada día ahí atendiendo familias. Nos cuentan historias de todo tipo, algunas muy satisfactorias, pero… algún día que los menús no fueron suficientes… ¡uf!, es duro decirle a la gente que “hoy no hay”, máxime cuando probablemente sea la comida “bien hecha” del día.
Está claro que la situación sanitaria, y por tanto la económica, está dejando a muchas familias en una situación muy vulnerable. A la vez, es bonito ver la respuesta y la colaboración desinteresada de tantas personas poniendo su granito de arena colaborando en aliviar, aunque sea un poco, la situación de estas familias. Pero en los últimos días, desde que hablamos “en fases”, nos es inevitable pensar ¿hasta cuándo vamos a tener menús? Y después, ¿qué vamos a hacer con/por estas familias?