Hermanas Dominicas en La Palma, Islas Canarias y la erupción del volcán
Por: Hna. Inmaculada Becerra, Dominica Misionera de la Sagrada Familia, desde La Palma (Islas Canarias, España)
Si hace dos años nos hubieran dicho que la forma de vivir cambiaría tan rápido, que tendríamos que adaptar a nuevas normas, que esas normas afectarían a todo el planeta, habríamos pensado que se trataba de un guion de película de ficción. Estuvimos un año adaptándonos a las normas de la pandemia de COVID’19 y cuando parecía que ya teníamos todo controlado en nuestra Isla de La Palma llegó el momento que ya se había anunciado antes de la pandemia, el volcán estalló, la Naturaleza volvió a mostrarnos su cara más bella y dura a la vez.
Son islas volcánicas por lo que sabemos que esto puede ocurrir. Justo 50 años atrás había estallado el volcán de Teneguía en la Isla, que fue toda una atracción para los palmeros y los de fuera, pero fue un volcán cerca del mar, en un terreno poco poblado. Fué algo espectacular y bello, no dañó, prácticamente nada. Los que aún recordaban el volcán de San Juan en 1949, sabían que su fuerza era incontrolable, pero no había casas que llevarse por delante y el Teneguía estaba muy cerca de la costa.
El 19 de septiembre, ya se había dado la voz de alarma, estaba preparado para hacer su aparición, no se sabía bien dónde, ni exactamente cuándo, pero ese domingo la Isla había notado su proximidad a la superficie. Hay quién estaba paseando en busca del momento y el lugar dónde saldría y así fue, sintió la explosión y seguidamente un silencio inexplicable, de la misma forma que su reacción fue salir corriendo y frenar en seco para captar el momento con la retina de los ojos y de la cámara.
Queda una semana para que se cumplan dos meses de ese día, el que queda en el recuerdo de todos los que habitamos la Isla. Fue un momento ilusionante por vivir esta experiencia y al momento se volvió aterrador al descubrir que el lugar donde salía la boca del volcán estaba en una zona bastante poblada, lejos del mar y con una pendiente que haría que la lava arrasara miles de casas, de terrenos de plataneras y demás cultivos, de vidas que habían ido construyendo su existencia en pequeños lugares llenos de recuerdos y vivencias. Tuvieron que salir corriendo, llevando solo aquello que tenían preparado, algunos pudieron volver a recoger muebles, enseres y demás, otros se quedaron con lo puesto. Algunos fueron moviendo sus cosas por diferentes viviendas que tuvieron que ser desalojadas posteriormente por el avance de la colada, se sentían como robando en su propia casa, al tener que recoger todo en 15 minutos escasos. En este momento ya más de 1.000 hectáreas de terrenos han sido cubiertas por la lava, más de 2.000 edificaciones han sido destruidas, más de 7.000 personas han sido desplazadas de sus casas y muchas ya no tendrán un lugar al cual regresar.
La magnitud de los terremotos, las emisiones de gases de las diferentes bocas del volcán, el avance de la lava y la destrucción, a la vez que un ruido ensordecedor y la caída de la ceniza que lo cubre todo. A diferencia de la belleza de la nieve en invierno, la ceniza no se derrite y si no hay quien la quite, se une a la destrucción de la lava. Tan grande como la magnitud destructiva, o quizá más, está siendo la solidaridad de muchas partes del Mundo con La Isla de La Palma. La respuesta fue inmediata. Mensajes, llamadas de teléfono, correos, todo el mundo preguntaba cómo podía ayudar, enseguida llegaron recursos, para quienes no habían tenido tiempo de coger lo mínimo para poder comenzar su nueva vida. La gran mayoría encontró un hogar en el que refugiarse, familias, amigos, y digo bien, un hogar, no una casa.
Nuestra Familia Dominicana, desde el minuto cero contactó con nosotras para buscar cómo estar al lado de los que necesitaban ayuda. Es una presencia que no ha desaparecido tras el primer momento de la catástrofe, sino que sigue buscando maneras de estar presente y seguir practicando la compasión que Santo Domingo tenía por bastón en su vida, estar al lado de quien lo necesita. A través de las diferentes congregaciones de Hermanas, de los Frailes, de la Fundación Educativa Santo Domingo, de las Comunidades de Laicos está llegando ayuda para que pueda ser distribuida, a través de Caritas, a aquellos que la necesitan.
La Palma es una isla muy pequeña y es fácil conocer a personas, a familias que han sufrido las consecuencias del volcán, saber de su sufrimiento en estos momentos, pero también de su fortaleza para estar en la primera línea de ayuda y de colaboración para que no falte de nada, material, espiritual ni psicológico a nadie, a los más afectados, a los que están para ayudar, a los que dan lo que tienen y lo que son para que no falte nada a ninguna persona. Se ha sentido y se siente el calor de la solidaridad de las personas que saben estar para dar respuesta en los momentos más difíciles sin pensar a quién ayudan, dándose por completo para hacer más llevadera la dureza del volcán. No lo podemos apagar, pero podemos hacer que su destrucción no haga tanto daño. Será difícil remontar tras el volcán, pero nada es imposible para Dios y eso nos ayuda a no perder la esperanza, a afianzar la fraternidad y la solidaridad, a buscar unidos la salida a esta situación.
Gracias por hacernos sentir el calor de la Familia, por descubrir que un lugar tan pequeño como este puede hacer tan grandes los corazones en tantos lugares del mundo y que no se pierde la esperanza de que “un Mundo mejor es posible”.
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